jueves, 9 de octubre de 2014

Habitantes del matorral I.

Hola a todos. Mucho tiempo sin actualizar el blog pero sin embargo muchas entradas en la recámara por lo que espero ponerme en serio y actualizar más a menudo ya que sois muchos los que me habéis dicho que ya iba siendo hora. Como sabréis soy dado a realizar extensas entradas en lugar de breves y eso hace que en algunas ocasiones sea complicado organizar el material obtenido y que otras veces esperes a fotografiar una especie concreta para lanzarte con la redacción de la entrada. No obstante creo que voy a alternar alguna entrada extensa con otras más breves para dar algo más de vidilla al blog y no decepcionar a aquellos que esperan la actualización del mismo (que aunque sean pocos, alguno hay). Otra novedad es que he decidido añadir una marca de agua extra en las fotografías ya que cada día son más las fotografías que me encuentro por la red habiendo borrado mi nombre, o tomadas prestadas sin ni siquiera preguntar. No me enrollo más y ahi va la actualización.

Hoy comienzo con una entrada que va a estar dividida en dos partes dado que si fuese una sola sería demasiado extensa. En ellas voy a hablaros de la vida que albergan unos de los ecosistemas que pasan desapercibidos para la mayoría y que a simple vista parecen agrestes y desprovistos de vida alguna. Son los piornales, escobales y brezales cantábricos, a los cuales podríamos hacer referencia como ecosistemas de matorral. Por encima del límite forestal y sin llegar a las cotas de los ecosistemas alpinos encontramos este tipo de formaciones vegetales que a priori resultan monótonas, aburridas y homogéneas pero que sin embargo sirven de refugio a multitud de especies que los escogen para criar, cazar o bien esconderse durante las horas más calurosas del día.

Formación típica de matorral que incluye brezo (Erica australis) y piorno (Cytisus sp.) en una mañana neblinosa de verano.

Lógicamente en todo momento me refiero a los matorrales que surgen de forma natural y que supondrían la etapa climax en la sucesión vegetal correspondiente. Me explico, existen matorrales en zonas bajas ( prados abandonados, zonas quemadas, etc) que son simplemente una etapa más en la sucesión hacia la etapa climácica, por ejemplo al abandonar una zona de pasto en el valle lo primero que obtendríamos sería un pastizal, posteriormente una formación matorral y finalmente la sucesión culminaría en un bosque (que en este caso sería la etapa clímax). Sin embargo en las zonas de media-alta montaña el matorral sería la etapa climáx, es decir, no evolucionaría más allá de el estado de matorral. Son este tipo de formaciones matorrales las que albergan mayor diversidad dado que al ser una etapa culminante de una sucesión existen multitud de especies que han sabido adaptarse a las mismas.

Formación típica de matorral con dominancia de piornal.

Las especies vegetales que nos encontremos en cada zona dependerán de diversos factores pero en general el tipo de suelo (siliceo o calizo) será el más determinante. Por ejemplo, en suelos siliceos es típico el arándano (Vaccinium myrtillus) mientras que en suelos calizos es típico el enebro rastrero (Juniperus communis). Si observáis detalladamente las fotografías veréis que en el fondo estos ecosistemas no son tan homogéneos como parecen ya que en el medio de los mismos pueden aparecer canchales, turberas, camperas o alguna mata de abedules en una zona protegida que favorece su aparición y es precisamente esta estructura en mosaico lo que favorece la diversidad. Vuelvo a repetir por si no ha quedado lo suficientemente claro que este tipo de formaciones surgen de forma natural, no quiero escuchar barbaridades del estilo "Hay que prender fuego que sino no hay matorral y se extinguen las pardas" o "Las explotaciones al cielo abierto vienen de lujo ya que posteriormente surge matorral y beneficia a muchas especies". Este tipo de afirmaciones son burradas inabarcables por ninguno de los campos de la ciencia.

Límite superior de la zona de matorral con una cota de 2000 msnm

Multitud de aves, mamíferos e incluso anfibios y reptiles (dejando a un lado los numerosísismos invertebrados) escogen las formaciones de matorral como su hábitat típico o bien como una zona importante dentro de su ciclo vital. En la entrada de hoy nos centraremos en las aves. Lo que para nosotros supone un muro infranqueable como puede ser un piornal maduro de la Cordillera, para un pájaro de pequeño tamaño supone un bosque en miniatura donde anidar y encontrar alimento. De hecho muchas aves típicas del matorral nos recuerdan a ratones en sus correrías por el suelo en busca de comida.

Acentor comun (Prunella modularis)

Una de las aves más comunes en estos ambientes es el acentor común (Prunella modularis). Reclamando en el pico de un piorno o una escoba de forma insistente es fácil localizarlo. Cada macho tiene su territorio y lo defiende fieramente de cualquier intruso de su misma especie persiguiéndose rápidamente entre los matojos. Además podemos observarlo en los límites entre el matorral y la campera alimentándose en el suelo de pequeños invertebrados. En general utiliza espesos matorrales para construir su nido y deposita en el mismo varios huevos azules, esto hace que en muchas zonas de la Cordillera se le llame azulina, azuleja o azulejina.

Pechiazul (Luscinia svecica) cantando en el pico de un piorno en la Cordillera Cantábrica.

En general las aves de este tipo de ambientes son de tonos pardos y discretos. Supongo que para no llamar demasiado la atención de posibles predadores en zonas tan abiertas. Sin embargo, con todas ellas contrasta una especie que reclama desde una atalaya elevada y cuyo pecho azul brillante destaca entre el verde homogéneo de la tupida vegetación. Es el pechiazul (Luscinia svecica). Esta especie encuentra en la Cordillera Cantábrica un ambiente perfecto para reproducirse escogiendo generalmente laderas orientadas al sur. No significa que sea el único ambiente donde lo podemos encontrar, ya que también ocupa encinares del sur de la provincia de León, como bien puede dar fé de ello Jorge Falagán.

Vista general del pechiazul (Luscinia svecica) cantando en su ambiente típico de la Cordillera.

Pechiazul (Luscinia svecica) cantando con sus plumas revueltas por el viento

Los pechiazules llegan a sus zonas de cría a principios de la primavera y en muchas ocasiones son sorprendidos por nevadas tardías teniendo que refugiarse en zonas más bajas. Además el viento agita los piornos vilmente y estas pequeñas aves suportan estoicamente dichas adversidades. En general, el pechiazul tiene varios posaderos "favoritos" desde los cuales emite su canto para atraer a las hembras y marcar el territorio. Cuando cambia de un posadero a otro despliega sus mejores galas, vuela cantando y batiendo las alas para después dejarse caer lentamente con sus alas y su cola abiertas por completo sobre la frágil rama desde la que seguirá cantando. Su cola presenta una coloración naranja intensa que convierte al display del pechiazul en uno de los más espectaculares.

Pechiazul (Luscinia svecica) con la cola abierta parcialmente para equilibrarse ante las fuertes rachas de viento que azotaban el piorno desde el que cantaba.

Además del llamativo pecho, el interior de su pico es de un amarillo brillante que destaca al ser abierto, de hecho recuerda al color del pico de los pollos de cualquier ave cuando piden comida de forma insistente a sus padres. Este año ha sido especialmente bueno en cuanto a avistamientos de pechiazules ya que en la zona donde los suelo ver cada primavera vi un total de 4 ejemplares. Alguien puede considerarlo una miseria, sin embargo para mi supuso un alegrón.

Pechiazul (Luscinia svecica) cantando a contraluz

Pechiazul (Luscinia svecica) mostrando sus mejores galas

De vez en cuando, entre canto y canto, el pechiazul baja al suelo y busca alimento. Sus movimientos son furtivos y es complicado seguirlo. Contrastan por tanto de forma estrepitosa sus dos comportamientos haciendo que sea un ave que se deja ver perfectamente mientras canta pero que pasa completamente inadvertida mientras busca alimento. Pequeñas larvas, orugas y gusanos fueron las presas capturadas por el ejemplar durante las observaciones.


Pechiazul (Luscinia svecica) con ceba en el pico.

Con colores mucho más discretos ocupan el límite superior de los matorrales aves como los bisbitas alpinos (Anthus spinoletta) o las alondras (Alauda arvensis). Generalmente se alimentan en el suelo y pasan desapercibidas aunque a veces escogen alguna atalaya para emitir su canto. Las alondras y bisbitas en general emiten un canto en vuelo continuo y lleno de gorgoritos mientras se dejan caer desde gran altura para finalmente posarse sobre una roca.

Alondra (Alauda arvensis) posada en un piorno.

Bisbita alpino (Anthus spinoletta) posado en un brezo.

Otro grupo de aves comunes en las zonas de matorral son las currucas. En la Cordillera utilizan estos ambientes principalmente la curruca rabilarga (Sylvia undata), la curruca zarcera (Sylvia communis) y en menor medida la curruca mosquitera (Sylvia borin). La primera casi siempre la he visto asociada a brezales de diferente tipo. La curruca zarcera aparece en multitud de ambientes que van desde los piornales de alta montaña hasta las rosaledas y saucedas de ribera. La curruca mosquitera me ha sorprendido para bien este año por la abundancia de ejemplares detectada. Es una especie que en general pasa muy desapercibida ya que rara vez sale al descubierto. Las zonas de piornal son lugares complicados para el avistamiento, a excepción de las especies que reclaman desde llamativas atalayas. Detecté varias mosquiteras por canto y fue cuestión de esperar. No obstante y como curiosidad, decir que en casi ninguna ocasión utilizaban zonas despejadas para cantar. Se quedaban en zonas intermedias y tupidas y solo eras capaz de ver una sombra moviéndose entre la espesura.

Curruca mosquitera (Sylvia borin) posada en un piorno cantábrico.

Curruca mosquitera (Sylvia borin) posada en un piorno seco.

Curruca zarcera (Sylvia communis) junto a un rosal silvestre (Rosa canina).

Sin embargo el género Sylvia no es el único bien representado en los matorrales cantábricos ya que otro grupo, el de los escribanos, también utiliza estos ecosistemas regularmente para llevar a cabo su ciclo vital. Las tres especies que solemos encontrar en estos ambientes en la Cordillera son el escribano montesino (Emberiza cia), el escribano cerillo (Emberiza citrinella) y escribano hortelano (Emberiza hortulana). Estas aves granívoras (mirando la forma de su pico se deduce fácilmente de que se alimentan) recurren como otras muchas aves a la captura de insectos para cebar a sus pollos, ya que el aporte proteico es mucho mayor. El canto del montesino es discreto mientras que los cerillos y hortelanos emiten un canto bastante estridente e inconfundible y localizarlos es relativamente sencillo en primavera.

Escribano cerillo (Emberiza citrinella) sacudiendo sus plumas.

Escribano hortelano (Emberiza hortulana) cantando en un piorno.

Como muchos sabréis el escribano hortelano es el único escribano ibérico que viaja a África en una maratoniana migración. Esta es una época crítica para estas pequeñas aves que sufren un desgaste increible llegando a volar muchos kilómetros sin posarse en tierra. Además, en el caso del escribano hortelano, ha de añadirse un peligro más, y es que esta especie es considerada una delicia culinaria en algunas zonas de Francia (las Landas y Pirineos Atlánticos) y sigue practicándose la dantesca tradición de capturar en redes a estas avecillas, cebarlas en jaulas y comérselas de una forma primitiva. Hay que decir que a pesar de que esta práctica es ilegal, sigue practicándose. Esto supone que cada año hasta 80000 escribanos hortelanos sean capturados y sirvan de alimento a fartones adinerados, suponiendo el declive de la especie en muchas zonas de Europa. Pinchando AQUÍ podéis ver un video de la barbarie que sigue cometiéndose cada año en el paso migratorio de estas aves por Francia y AQUI como las autoridades intentan combatir esta masacre.




Escribanos hortelanos (Emberiza hortulana) perchados sobre piornos en la Cordillera Cantábrica.

Afortunadamente en nuestro país no existe dicha práctica y los escribanos crían con relativa tranquilidad. En general escribanos hortelanos y pechiazules escogen en la Cordillera las mismas zonas para reproducirse y no es raro observar individuos de ambas especies al mismo tiempo. A pesar de ser menos llamativo que el escribano cerillo, el hortelano me parece el escribano más bonito de nuestra península. La bigotera amarillenta y la cabeza olivacea además del pico rosado le dan una belleza particular.

Ejemplar juvenil de escribano hortelano (Emberiza hortulana)

No solo pequeños pajarillos utilizan los matorrales cantábricos para vivir, sino que el grueso de las gallináceas de la Cordillera desarrollan su ciclo vital o al menos gran parte del mismo en piornales y escobales. Destaca el ejemplo del urogallo cantábrico (Tetrao urogallus cantabricus), cuyas hembras sacan adelante a sus polluelos en lo más enmarañado de los matorrales, evitándo así multitud de predadores y encontrando abundancia de saltamontes y otros artrópodos de los que alimentarse. Además no podemos olvidar las arandaneras que suponen un alimento básico para la especie. Perdices rojas (Alectoris rufa) y pardillas (Perdix perdix hispaniensis) encuentran en los matorrales su hábitat natural, criando en el suelo entre los brezos y alimentándose en los campos aledaños donde crecen plantas como la genciana (Gentiana lutea).

Perdices pardillas (Perdix perdix hispaniensis) alimentándose en invierno en un claro bajo una escoba.

Perdiz roja (Alectoris rufa)

Son muchas más las aves que antes o despues pasan por este tipo de ambientes pero he mencionado las más representativas y las que encuentran realmente su hogar en los matorrales de la cordillera. Espero que haya merecido la pena la espera y pronto la segunda parte de este repaso de la fauna de los matorrales.